5. Primer round
Pablo se sobresaltó pues estaba solo en casa y no sabía como aquella mujer desconocida había entrado. Lentamente se aproximó pero estaba preparado por si debía salir corriendo.
- ¿Quién eres y cómo has entrado?
La muchacha, sin moverse de su asiento, soltó una sonora carcajada. Él notó cierta familiaridad con aquella voz pero no lograba asociarlo con ningún rostro.
- ¿Qué pasa, Pablo? ¿No me ves en unas horas y ya te olvidas de mí?
Reconocía aquella voz, era de Lucía, pero era imposible que aquella explosiva mujer fuese ella.
- ¿Lu… Lucía? ¿Eres tú?
La muchacha se puso en pie y él pudo observar su delicioso cuerpo enfundado en una segunda piel de cuero negro. Él no se había percatado pero su pene estaba erecto, detalle del cual ella si se había dado cuenta. Ante sus ojos tenía una mujer que cortaba el habla y que se acercaba hacia él. Ella le agarro su pene, se lo acarició y al oído le susurró.
- Ahora ya no hay vuelta atrás. Tú me has convertido en esto y ahora te toca a ti obedecer. Ayer me dejaste con la miel en los labios y pobre de ti que hoy no cumplas tu parte. Has despertado a una nueva Lucía y me gusta, estoy muy caliente y me vas a dar todo el sexo que me plazca, porque soy una zorra que siempre quiere más.
Pablo casi se corrió con tan sólo oír esas palabras con aquella voz tan excitante pero no sabía como reaccionar, él siempre había dominado la situación y ahora los papeles se habían tornado.
Se decidió por atacar primero y situándose detrás de ella le agarró fuertemente los pechos.
- ¿Así que vernos follar a mi mujer y a mí te pone, eh? Que puta llegas a ser… te estabas corriendo bajo nuestra cama…
- Y tú te follaste a tu mujer pensando en mi, querías metérmela después de que te la chupara pero te conformaste con ella…
Él le fue desabrochando la cazadora y dejó a su vista su gran busto escasamente sostenido por el corpiño. Cada vez estaba más cachondo. Lucía lo pilló desprevenido y lo empujó hacia el sofá. Se sentó sobre sus piernas y comenzó a realizar un movimiento de arriba abajo restregándose por el cuerpo de Pablo. Él hundió su cabeza entre sus pechos y agarró fuerte sus nalgas.
Ella descabalgó a su profesor y se fue hacia el dormitorio. Pablo la siguió y una vez arriba ella se abalanzó sobre él desnudándolo. No tardó mucho en dejarlo con sus boxers aprisionando el pene. Él por su parte nada más consiguió sacarle los pantalones. Jugando con sus lenguas él la condujo hasta la cama cayendo sobre ella pero cuando quiso reaccionar ella estaba sobre él, con sus pechos sobre la cara de Pablo y atándolo con las manillas que Marta le había regalado al cabezal de la cama.
- He dicho que mando yo…
Pablo se moría de ganas de lanzarse sobre ella pero todo intento por liberarse fue en vano. Ella comenzó a besarle y morderle los labios con lujuria y desenfreno para más tarde empezar a lamer todo su torso. En sus ingles se recreó pero volvió a ascender. Su pene estaba a punto de reventar cuando ella empezó a lamerlo. Pablo no dejaba de gemir y emitir sonidos ahogados.
Ella estaba disfrutando, le encantaba mamarle la polla y cuando él estaba por llegar ella cesó de jugar con lengua. Se levantó de la cama y se dirigió a coger un vibrador de Natalia. Lo olió y lo chupó.
- Tu mujer huele y sabe de maravilla…
Con la cara más lasciva que podía poner se dedicó a lamer aquel instrumento como si se tratara del pene de Pablo. Éste la miraba suplicándole que no lo dejara así, pero ella quería hacerle sufrir. Se recostó de espaldas a él sobre el torso de Pablo y empezó a acariciarse el coño mientras seguía chupando el vibrador.
Pablo olía el delicioso olor que emanaba de la vagina de Lucía y se moría de ganas de comérsela pero no llegaba el momento en que la muchacha lo soltara. Ella empezó a introducirse el vibrador sin dejar de jugar con su piercing. No sabía como agradecerle a Marta aquel regalo, su placer era enorme. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo se levantó de la cama, tiró de Pablo para que yaciera tumbado y acto seguido se subió a él con su vagina sobre su cara.
El profesor había observado como Lucía se autosatisfacía pero no se percató de aquel accesorio hasta que lo tuvo delante de sus narices.
- Ahora me vas a comer el como si en ello te fuera la vida.
Aquellas palabras fueron el pistoletazo de salida para empezar a disfrutar. Lucía gemía sin cesar, estaba totalmente desatada.
- ¡Vamos, chúpamelo! ¡No te dejes ni un rincón!
Él continuó y para su grata sorpresa Lucía comenzó a chuparle la verga. Su ritmo era frenético, la estancia desprendía olor a sexo y sus gritos se escapaban por todos sus poros. Pablo, llevado por la excitación, le mordisqueó suavemente el clítoris y tiró suavemente del piercing. Lucía soltó un gran grito y arqueó su espalda quedándose casi sin aire.
- Pedazo de cabrón…
Pablo pensó que ella iba a marcharse dejándolo maniatado tras aquella acción pero no fue así.
- Casi me matas de placer pero, como te he dicho antes, ¡quiero más!
Mientras decía esto le soltaba las manos. Pablo tenía los brazos doloridos pero la excitación era superior. Saltó sobre Lucía y sin dejarla reaccionar le arrancó el corpiño. Lucía tenía la respiración muy agitada y miraba a su amante con mucho deseo.
- Vaya, ¿qué tenemos aquí, zorrita?
Le retorció los pezones coronados también por ambos adornos y Lucía soltaba pequeños alaridos.
- Te gustó cuando te arrastre con la cadena y querías más, ¿no? Zorra, más que zorra…
Empezó a comerle los pechos y ella se retorcía de placer.
- Veo que realmente te has tomado en serio esto de ser mi puta y obedecerme.
Lucía intentó incorporarse mientras protestaba que ahí mandaba ella pero Pablo era más fuerte y con sus brazos atrapó los de la muchacha colocándolos sobre la cabeza de Lucía dejando expuestos aquellas enormes tetas.
- No, puta, aquí no mandas tú…
Diciendo esto le clavó su pene en lo más profundo de su chorreante coño provocando que un orgasmo recorriera el divino cuerpo de la muchacha.
- ¡No te pares, cabrón!
- Esos modales… no me convencen…
- Joder, ¡fóllame de una vez! Te he dicho que soy tu puta y quiero más.
Tras decir esto Pablo empezó a follarla con un ritmo salvaje, cambiando mil veces de posición, sudando por el ejercicio y gritando de placer. Él anunció que pronto se correría y, tras un ágil movimiento, volvieron a la posición inicial haciendo un 69.
Lucía no dejaba de mamar, quería que se corriera pronto. La leche empezó a brotar de la polla y ella no dejó de succionar. Justo en el momento de finalizar y tragársela toda Pablo repitió el mecanismo y tiró del clítoris propiciando que parte del semen se derramara sobre los pechos de la chica.
La recostó sobre el colchón y empezó a masajearle los pechos, esparciendo toda su leche y jugando con los adornos mientras Lucía seguía con las contracciones corporales provocadas por la ola de orgasmos.
- Realmente, eres una máquina de follar…
Diciendo esto la abandonó y se dirigió a la ducha, necesitaba refrescarse tras el ejercicio. Empezó a visionar mentalmente a su zorra y su polla volvió al ataque.
Lucía se incorporó, se arregló y se marchó de nuevo en moto.
Alguien tapó con sus manos los ojos de Pablo mientras seguía duchándose.
- ¡Pedazo de zorra! Quieres la revancha, ¿no?
Se giró y acorraló a la fémina contra las baldosas, a la vez que habría los ojos.
- Natalia…
- ¡Guau! Yo también me alegro de verte, cielo…
Se arrodilló y empezó a trabajar la verga de su marido mientras él no salía de su asombro.
Lucía recorría las calles de la ciudad con las sensaciones de placer aún vivas en su piel. Llegó a casa, se desvistió y se bañó para sacarse los restos de semen del cuerpo. Tras el baño se fue directa a la cama, necesitaba recuperar fuerzas.
Cuando ya casi había conciliado el sueño Miriam irrumpió en su habitación.
- ¿Se puede saber qué haces?
- Déjame, estoy cansada.
Miriam, sin intenciones de rendirse, empezó a menearla y darle pequeños toques. Ambas se enzarzaron en una pequeña pelea, revolcándose en la cama y finalizó con la mano de Lucía en el coño de Miriam y el dedo de ésta penetrando el culo de su compañera. Ambas gimieron y sólo reaccionaron al oír a Alan soltar un simple “joder” mientras se pajeaba bajo el umbral de la puerta al visionar aquella escena.
Continuará…
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sábado, 13 de junio de 2009
Estudiante de fisioterapia: 4.Transformación
4. Transformación
Pablo se quedó sin palabras por el mensaje. No había sido un simple sueño húmedo el responsable de los restos de semen sino que su alumna le había mamado la polla mientras dormía. Había despertado algo en ella y no sabía hasta donde llegaría.
Lucía cruzó la puerta del piso y se dirigió hacia la nevera, no había comido nada desde el día anterior. Después de prepararse un sándwich y un café se dispuso a desayunar apoyada en la encimera de espaldas a la puerta.
Alan se levantó y entró en la cocina, no sabía si era un sueño o no, pero delante suyo tenía a una excitante mujer mostrándole sus magníficas piernas coronadas con un hermoso culo.
Se dirigió hacia ella dándole los buenos días.
- ¡Buenos días, Miriam! Sí que te has levantado excitada, qué culo te hace ese vestido…
- ¿Tan poco te acuerdas de mi culo? Yo creí que ayer os habíais hecho íntimos…
Alan dudó pero se cercioró de que esa voz procedía de su espalda. En ese momento Lucía se giró mostrando una sonrisa en su cara. Sus compañeros quedaron anonadados y la muchacha abandonó la cocina.
Cuando llegó casi a su habitación Miriam la alcanzó.
- ¿Qué pasa, Miriam? ¿Te jode que te quite el puesto de zorra? ¿O quizás estés celosa por no ser contigo con quien pasara la noche?
- ¿Pero qué dices?
Lucía acorraló contra la pared a Miriam bajo la atenta mirada de Alan.
- Di, Miriam, ¿quién es ahora la estrecha?
Le plantó un beso en los labios y cuando su compañera fue a reaccionar le pasó un dedo entre sus labios vaginales y se dispuso a saborear su néctar.
- Te he hecho caso y he aprendido a disfrutar de mi sexualidad.
Entró en su cuarto, cerró la puerta y dejó sin palabras a sus compañeros.
- ¿Quién es esa diosa y qué ha hecho con Lucía? Si esto es un sueño, no quiero despertar…
Miriam lo miró, le cogió por el brazo y lo empujó contra la cama del dormitorio.
- ¡Cómeme el coño, ahora!
El muchacho no se atrevió a protestar y se puso manos a la obra.
Lucía se dispuso a bañarse, se despojó de la ropa y del vibrador y entró en el cuarto de baño. La invadió una nube de vapor y fue cuando se percató que su otra compañera estaba dentro.
- Lo siento, Marta. Venía a ducharme pero no sabía que estabas tú. Vuelvo cuando acabes.
- No pasa nada, Lucía, y no seas tonta. La ducha es bastante grande para las dos.
- No querría molestarte mujer, no me importa esperar.
- De verdad, pasa. No tendrás nada que yo desconozca del cuerpo de una mujer y míralo por el lado económico, ahorramos agua.
- Tienes razón.
Marta era una chica muy independiente y liberal, desde el primer momento se había llevado bien. Estaba un poco entrada en carnes pero no era problema para ella, no tenía complejos y disfrutaba de su cuerpo. Lo que si que notó es que tenía varios piercings y tatuajes en puntos estratégicos de su anatomía: pezón, clítoris, monte de Venus… Le gustó y le resultó muy erótico.
- ¿No te duelen los piercings?
- Te puedo asegurar que son una de mis mejores inversiones. Estoy acostumbrada y ni me acuerdo de que los llevo pero cuando les dan uso incrementa tu placer. ¿Por qué no te haces uno? Con esos pechos y esos pezones no te faltará quien los disfrute.
- No sé…
- Por cierto, anoche tuviste sesión de sexo loco, ¿no?
- ¡¿Cómo?!
No sabía como se había enterado pero lo deduzco cuando su compañera le sacó del culo las bolas chinas.
- No me acordaba de ellas…
- Ves, igual que un piercing. Algo de dolor al inicio, después te olvidas que lo tienes pero dan tanto placer…
Marta, sin previo aviso, le dio un mordisco en el pezón a su compañera y esta soltó un leve gemido de placer.
- ¿Te gustó, no?
Lucía no contesto pero su mirada lasciva volvió a hablar por ella.
- Marta, tienes que hacerme un favor. Acompañarme a comprar ahora.
- Tanta prisa… ¿qué es tan urgente?
- Liberarme, sacar a la nueva Lucía.
- Eso suena muy excitante…
Entre risas ambas acabaron de ducharse, se arreglaron y se dispusieron a coger el coche.
- Lucía, ¿y este coche?
- Te lo contaré por el camino.
Rumbo al centro comercial Lucía le relató lo ocurrido a Marta sabiendo que no contaría nada.
- Joder, Lucía, yo creía que era más recatada y que el juego duro no te iba. Me has dejado muy cachonda.
- Por eso necesito que me ayudes, necesito elegir bien para ganar.
- Tranquila, has hecho bien. Despídete de Lucía la mojigata y saluda a Lucía la perra. Empezaremos por la ropa interior.
Entraron con paso decidido en la tienda y Marta se fue directa hacia lo que buscaba. Después arrastró a Lucía hasta el probador y empezó el vaivén de ropa. Todo lo escogido por Marta eran tangas minúsculos y sujetadores, algunos con encaje, que realzaban aún más el pecho de Lucía.
- Marta, ¿tú crees que hago bien?
- Lucía, cariño, ya va siendo hora de que te olvides de todos tus complejos, te sueltes la melena y disfrutes.
- Pero no sé… esto no es mi estilo, esta ropa no va conmigo…
- ¡Pero qué dices! Ésta ropa esta diseñada para ti, te sienta fenomenal y te juro que cualquiera que se cruce contigo se asegurará de guardar tu imagen en su retina. Tu cuerpo está hecho para disfrutar y debes demostrarlo.
La convenció, necesitaba romper con sus tabúes y disfrutar la vida. Compraron varios conjuntos seductores y algún que otro sugerente corpiño.
- Próxima parada: cambiar tu estilo de ropa exterior. Se acabaron los hábitos de monja y realzaremos aún más tu figura.
- Tampoco te pases, no dispongo de tanto dinero…
- ¡Déjate de estupideces! Tómatelo como mi regalo de cumpleaños. Mi padre pagará como siempre la factura y, además, me resulta una buena inversión. Así que, prepárate, vamos a renovar por completo tu armario.
Arrasaron en varias tiendas saliendo cargadas de bolsas con ajustados pantalones, faldas extremadamente cortas, sugerentes tops y camisetas, sexys vestidos y el calzado apropiado para cada ocasión.
Lucía pensaba en su nuevo look y lo encontraba morboso, a partir de ahora luciría su cuerpo y lo mostraría al mundo.
- Aún quedan unos cuantos detalles. Te he pedido hora en la peluquería pero tenemos tiempo de comer antes. Ves hacia el restaurante y ves pidiendo, hago un pequeño recado y me reúno enseguida contigo.
Se separaron 10 minutos escasos, Lucía aprovechó para dejar las compras en el coche y fue al restaurante. Justo cuando llegó Marta les traían sus paltos. Y entre risas y confesiones pasaron el rato.
Tras los cafés se dirigieron a la peluquería.
- Luis, ¿Cómo estás?
- Hola Marta, ¿qué te hago hoy?
- A mi nada, hoy le toca a Lucía, mi amiga.
- Hola encanto, mucho gusto.
- Igualmente.
- Bien Luis, hechas las presentaciones, necesito que la atiendas tú personalmente.
- Vaya, veo que es un asunto importante.
- Así es, bien, necesito un cambio radical de imagen, debe…
Marta terminó la frase susurrándosela a Luis en la oreja, el sonrió pícaramente y condujo a Lucía hacia el sillón.
- Bien querida, nos pondremos a trabajar pues hay mucho que hacer…
- Lucía, voy a realizar unas compras y después te paso a recoger, te dejo en buenas manos.
Pasaron más o menos un par de horas largas pero el resultado mereció la espera. Le escaló el pelo respetando su larga melena, le hizo reflejos rojizos y se lo rizó dándole un aspecto felino y seductor. También le realizó un tratamiento facial, le retocó las cejas y finalizó con un maquillaje sencillo y sexy resaltando sus ojos y un leve toque de brillo en los labios.
Se notaba que Luis era un gran profesional pues la había transformado completamente.
- Nena, tu chico se va a a caer de culo. Eres una mis mejores obras.
- Guau, Lucía, estás… ¡estás impresionante! Me dan ganas de follarte ahora mismo.
Lucía veía su reflejo en el espejo y estaba satisfecha, era exactamente lo que buscaba. Por su mente empezaron a crearse pensamientos obscenos y su cuerpo empezaba a calentarse.
- Vamos Lucía, tenemos una última parada.
Dicho esto le tapo los ojos con un antifaz y la condujo a otro establecimiento más pequeño y silencioso. La recostó en una camilla y le levantó la camiseta.
Lucía no veía nada pero estaba tremendamente excitada. Sintió que algo húmedo le empezó a recorrer sus pechos.
- Tranquila, cariño, verás como me lo agradecerás…
Marta volvió a su labor y Lucía empezó a emitir suaves gemidos. Se dejó hacer y llegó a un estado tal de placer que era como si flotase. A lo lejos oía una voz masculina.
- Como va a disfrutar, tiene pinta de ser una buena zorra.
Ella seguía absorta en su nirvana personal y apenas notó los pinchazos. Se quedó dormida y el juego de su lengua con otra fue lo que la despertó.
- Lucía, ¿Qué tal cariño, como te sientes?
- Bien… sorprendentemente bien…
Lucía tenía una sonrisa dibujada en su cara y cuando observó su cuerpo totalmente desnudó empezó a recordar lo que había sucedido. Marta la levantó y la colocó delante de un espejo.
- ¿Qué te parecen tus nuevos… accesorios?
Mientras decía esto le acariciaba los pezones que respondían a cualquier roce proporcionándole olas de placer por todo el cuerpo. Javi, el dueño de la tienda y íntimo amigo de Marta, le separó los labios vaginales y le mostró el otro piercing que por petición de su amiga le colocó. Lucía se empezaba a ver realmente como una puta.
Javi se arrodilló y le empezó a demostrar como debían utilizar su nuevo juguete. La muchacha estaba en una nube: su compañera trabajándole los pechos y él chupándole el coño. No tardó en llegarle el orgasmo y comprobar los efectos.
La dejaron descansar y, mientras se vestía, fue pensando en qué se pondría.
- Marta, debo devolver el coche. ¿Te acerco?
- Mejor te acompaño a clase pero llévate mi moto, yo llevaré el coche.
- ¿Por qué tengo la sensación de que tramas algo?
- ¿Cómo puedes pensar eso de mí? Yo sólo, como niña buena que soy, le devolveré las llaves y el coche a su dueño… El papel de niña mala te lo cedo a ti para que lo sorprendas en su casa…
Marta realmente era otra perra que sabía como utilizar a los tíos a su antojo, Lucía debía tomar nota.
Marta la esperó en el coche mientras Lucía subía a casa a dejar los paquetes y cambiarse. Su elección fue rápida: se enfundó en unos pantalones de cuero negro arrapados como una segunda piel, un corpiño negro y transparente (excepto los pechos) y una chupa de cuero negra. Se calzó unos botines lilas y bajó a la calle con paso decidido.
Cuando Marta la vio supo que iba a dar mucha guerra y ella iba a enseñarle el arte de ser puta. Dándole las llaves de la moto se despidieron pero antes le dio un pequeño paquete.
- Diviértete y úsalo.
Juntas pero en ambos vehículos se dirigieron hacia la universidad. Una vez allí Marta bajó del coche y saludó con la mano a su compañera pero ella permaneció sobre la moto.
Marta subió las escaleras y entró en clase, no quedaba mucho para finalizar. Cuando acabó se acercó a la mesa del profesor y depositó las llaves.
Pablo se giró y vio a la muchacha.
- Disculpa ¿cómo es que tú tienes las llaves de mi coche?
- Yo no soy a quien debes pedir respuestas, soy una simple mensajera.
Dicho esto se marchó y lo dejó pensando. Pablo recogió sus cosas y se marchó a casa. Su mujer no iba a estar y podría disfrutar de la casa para él solo pero, ahora que tenía la oportunidad, no estaba motivado. Había tenido un mal día y solo quería que terminara.
De camino a casa tenía la extraña sensación de que alguien le observaba, lo que él no sabía es que realmente lo seguían.
Tomó otro camino para llegar a casa y respiró tranquilo cuando cruzó la puerta de su hogar. Se dejó caer rendida en el sofá y entrecerró los ojos quedando medio dormido.
Unos pasos le alertaron y empezó a mirar con recelo cada rincón de la casa. Se levantó e inspeccionó el piso. Cuando regresaba hacia el salón algo le sorprendió.
- Hola, Pablo.
Una figura femenina yacía en el sofá con sus pies sobre la mesa.
Continuará…
Comentarios, sugerencias, críticas, opiniones, … cualquier cosa a nayandei13@gmail.com
Pablo se quedó sin palabras por el mensaje. No había sido un simple sueño húmedo el responsable de los restos de semen sino que su alumna le había mamado la polla mientras dormía. Había despertado algo en ella y no sabía hasta donde llegaría.
Lucía cruzó la puerta del piso y se dirigió hacia la nevera, no había comido nada desde el día anterior. Después de prepararse un sándwich y un café se dispuso a desayunar apoyada en la encimera de espaldas a la puerta.
Alan se levantó y entró en la cocina, no sabía si era un sueño o no, pero delante suyo tenía a una excitante mujer mostrándole sus magníficas piernas coronadas con un hermoso culo.
Se dirigió hacia ella dándole los buenos días.
- ¡Buenos días, Miriam! Sí que te has levantado excitada, qué culo te hace ese vestido…
- ¿Tan poco te acuerdas de mi culo? Yo creí que ayer os habíais hecho íntimos…
Alan dudó pero se cercioró de que esa voz procedía de su espalda. En ese momento Lucía se giró mostrando una sonrisa en su cara. Sus compañeros quedaron anonadados y la muchacha abandonó la cocina.
Cuando llegó casi a su habitación Miriam la alcanzó.
- ¿Qué pasa, Miriam? ¿Te jode que te quite el puesto de zorra? ¿O quizás estés celosa por no ser contigo con quien pasara la noche?
- ¿Pero qué dices?
Lucía acorraló contra la pared a Miriam bajo la atenta mirada de Alan.
- Di, Miriam, ¿quién es ahora la estrecha?
Le plantó un beso en los labios y cuando su compañera fue a reaccionar le pasó un dedo entre sus labios vaginales y se dispuso a saborear su néctar.
- Te he hecho caso y he aprendido a disfrutar de mi sexualidad.
Entró en su cuarto, cerró la puerta y dejó sin palabras a sus compañeros.
- ¿Quién es esa diosa y qué ha hecho con Lucía? Si esto es un sueño, no quiero despertar…
Miriam lo miró, le cogió por el brazo y lo empujó contra la cama del dormitorio.
- ¡Cómeme el coño, ahora!
El muchacho no se atrevió a protestar y se puso manos a la obra.
Lucía se dispuso a bañarse, se despojó de la ropa y del vibrador y entró en el cuarto de baño. La invadió una nube de vapor y fue cuando se percató que su otra compañera estaba dentro.
- Lo siento, Marta. Venía a ducharme pero no sabía que estabas tú. Vuelvo cuando acabes.
- No pasa nada, Lucía, y no seas tonta. La ducha es bastante grande para las dos.
- No querría molestarte mujer, no me importa esperar.
- De verdad, pasa. No tendrás nada que yo desconozca del cuerpo de una mujer y míralo por el lado económico, ahorramos agua.
- Tienes razón.
Marta era una chica muy independiente y liberal, desde el primer momento se había llevado bien. Estaba un poco entrada en carnes pero no era problema para ella, no tenía complejos y disfrutaba de su cuerpo. Lo que si que notó es que tenía varios piercings y tatuajes en puntos estratégicos de su anatomía: pezón, clítoris, monte de Venus… Le gustó y le resultó muy erótico.
- ¿No te duelen los piercings?
- Te puedo asegurar que son una de mis mejores inversiones. Estoy acostumbrada y ni me acuerdo de que los llevo pero cuando les dan uso incrementa tu placer. ¿Por qué no te haces uno? Con esos pechos y esos pezones no te faltará quien los disfrute.
- No sé…
- Por cierto, anoche tuviste sesión de sexo loco, ¿no?
- ¡¿Cómo?!
No sabía como se había enterado pero lo deduzco cuando su compañera le sacó del culo las bolas chinas.
- No me acordaba de ellas…
- Ves, igual que un piercing. Algo de dolor al inicio, después te olvidas que lo tienes pero dan tanto placer…
Marta, sin previo aviso, le dio un mordisco en el pezón a su compañera y esta soltó un leve gemido de placer.
- ¿Te gustó, no?
Lucía no contesto pero su mirada lasciva volvió a hablar por ella.
- Marta, tienes que hacerme un favor. Acompañarme a comprar ahora.
- Tanta prisa… ¿qué es tan urgente?
- Liberarme, sacar a la nueva Lucía.
- Eso suena muy excitante…
Entre risas ambas acabaron de ducharse, se arreglaron y se dispusieron a coger el coche.
- Lucía, ¿y este coche?
- Te lo contaré por el camino.
Rumbo al centro comercial Lucía le relató lo ocurrido a Marta sabiendo que no contaría nada.
- Joder, Lucía, yo creía que era más recatada y que el juego duro no te iba. Me has dejado muy cachonda.
- Por eso necesito que me ayudes, necesito elegir bien para ganar.
- Tranquila, has hecho bien. Despídete de Lucía la mojigata y saluda a Lucía la perra. Empezaremos por la ropa interior.
Entraron con paso decidido en la tienda y Marta se fue directa hacia lo que buscaba. Después arrastró a Lucía hasta el probador y empezó el vaivén de ropa. Todo lo escogido por Marta eran tangas minúsculos y sujetadores, algunos con encaje, que realzaban aún más el pecho de Lucía.
- Marta, ¿tú crees que hago bien?
- Lucía, cariño, ya va siendo hora de que te olvides de todos tus complejos, te sueltes la melena y disfrutes.
- Pero no sé… esto no es mi estilo, esta ropa no va conmigo…
- ¡Pero qué dices! Ésta ropa esta diseñada para ti, te sienta fenomenal y te juro que cualquiera que se cruce contigo se asegurará de guardar tu imagen en su retina. Tu cuerpo está hecho para disfrutar y debes demostrarlo.
La convenció, necesitaba romper con sus tabúes y disfrutar la vida. Compraron varios conjuntos seductores y algún que otro sugerente corpiño.
- Próxima parada: cambiar tu estilo de ropa exterior. Se acabaron los hábitos de monja y realzaremos aún más tu figura.
- Tampoco te pases, no dispongo de tanto dinero…
- ¡Déjate de estupideces! Tómatelo como mi regalo de cumpleaños. Mi padre pagará como siempre la factura y, además, me resulta una buena inversión. Así que, prepárate, vamos a renovar por completo tu armario.
Arrasaron en varias tiendas saliendo cargadas de bolsas con ajustados pantalones, faldas extremadamente cortas, sugerentes tops y camisetas, sexys vestidos y el calzado apropiado para cada ocasión.
Lucía pensaba en su nuevo look y lo encontraba morboso, a partir de ahora luciría su cuerpo y lo mostraría al mundo.
- Aún quedan unos cuantos detalles. Te he pedido hora en la peluquería pero tenemos tiempo de comer antes. Ves hacia el restaurante y ves pidiendo, hago un pequeño recado y me reúno enseguida contigo.
Se separaron 10 minutos escasos, Lucía aprovechó para dejar las compras en el coche y fue al restaurante. Justo cuando llegó Marta les traían sus paltos. Y entre risas y confesiones pasaron el rato.
Tras los cafés se dirigieron a la peluquería.
- Luis, ¿Cómo estás?
- Hola Marta, ¿qué te hago hoy?
- A mi nada, hoy le toca a Lucía, mi amiga.
- Hola encanto, mucho gusto.
- Igualmente.
- Bien Luis, hechas las presentaciones, necesito que la atiendas tú personalmente.
- Vaya, veo que es un asunto importante.
- Así es, bien, necesito un cambio radical de imagen, debe…
Marta terminó la frase susurrándosela a Luis en la oreja, el sonrió pícaramente y condujo a Lucía hacia el sillón.
- Bien querida, nos pondremos a trabajar pues hay mucho que hacer…
- Lucía, voy a realizar unas compras y después te paso a recoger, te dejo en buenas manos.
Pasaron más o menos un par de horas largas pero el resultado mereció la espera. Le escaló el pelo respetando su larga melena, le hizo reflejos rojizos y se lo rizó dándole un aspecto felino y seductor. También le realizó un tratamiento facial, le retocó las cejas y finalizó con un maquillaje sencillo y sexy resaltando sus ojos y un leve toque de brillo en los labios.
Se notaba que Luis era un gran profesional pues la había transformado completamente.
- Nena, tu chico se va a a caer de culo. Eres una mis mejores obras.
- Guau, Lucía, estás… ¡estás impresionante! Me dan ganas de follarte ahora mismo.
Lucía veía su reflejo en el espejo y estaba satisfecha, era exactamente lo que buscaba. Por su mente empezaron a crearse pensamientos obscenos y su cuerpo empezaba a calentarse.
- Vamos Lucía, tenemos una última parada.
Dicho esto le tapo los ojos con un antifaz y la condujo a otro establecimiento más pequeño y silencioso. La recostó en una camilla y le levantó la camiseta.
Lucía no veía nada pero estaba tremendamente excitada. Sintió que algo húmedo le empezó a recorrer sus pechos.
- Tranquila, cariño, verás como me lo agradecerás…
Marta volvió a su labor y Lucía empezó a emitir suaves gemidos. Se dejó hacer y llegó a un estado tal de placer que era como si flotase. A lo lejos oía una voz masculina.
- Como va a disfrutar, tiene pinta de ser una buena zorra.
Ella seguía absorta en su nirvana personal y apenas notó los pinchazos. Se quedó dormida y el juego de su lengua con otra fue lo que la despertó.
- Lucía, ¿Qué tal cariño, como te sientes?
- Bien… sorprendentemente bien…
Lucía tenía una sonrisa dibujada en su cara y cuando observó su cuerpo totalmente desnudó empezó a recordar lo que había sucedido. Marta la levantó y la colocó delante de un espejo.
- ¿Qué te parecen tus nuevos… accesorios?
Mientras decía esto le acariciaba los pezones que respondían a cualquier roce proporcionándole olas de placer por todo el cuerpo. Javi, el dueño de la tienda y íntimo amigo de Marta, le separó los labios vaginales y le mostró el otro piercing que por petición de su amiga le colocó. Lucía se empezaba a ver realmente como una puta.
Javi se arrodilló y le empezó a demostrar como debían utilizar su nuevo juguete. La muchacha estaba en una nube: su compañera trabajándole los pechos y él chupándole el coño. No tardó en llegarle el orgasmo y comprobar los efectos.
La dejaron descansar y, mientras se vestía, fue pensando en qué se pondría.
- Marta, debo devolver el coche. ¿Te acerco?
- Mejor te acompaño a clase pero llévate mi moto, yo llevaré el coche.
- ¿Por qué tengo la sensación de que tramas algo?
- ¿Cómo puedes pensar eso de mí? Yo sólo, como niña buena que soy, le devolveré las llaves y el coche a su dueño… El papel de niña mala te lo cedo a ti para que lo sorprendas en su casa…
Marta realmente era otra perra que sabía como utilizar a los tíos a su antojo, Lucía debía tomar nota.
Marta la esperó en el coche mientras Lucía subía a casa a dejar los paquetes y cambiarse. Su elección fue rápida: se enfundó en unos pantalones de cuero negro arrapados como una segunda piel, un corpiño negro y transparente (excepto los pechos) y una chupa de cuero negra. Se calzó unos botines lilas y bajó a la calle con paso decidido.
Cuando Marta la vio supo que iba a dar mucha guerra y ella iba a enseñarle el arte de ser puta. Dándole las llaves de la moto se despidieron pero antes le dio un pequeño paquete.
- Diviértete y úsalo.
Juntas pero en ambos vehículos se dirigieron hacia la universidad. Una vez allí Marta bajó del coche y saludó con la mano a su compañera pero ella permaneció sobre la moto.
Marta subió las escaleras y entró en clase, no quedaba mucho para finalizar. Cuando acabó se acercó a la mesa del profesor y depositó las llaves.
Pablo se giró y vio a la muchacha.
- Disculpa ¿cómo es que tú tienes las llaves de mi coche?
- Yo no soy a quien debes pedir respuestas, soy una simple mensajera.
Dicho esto se marchó y lo dejó pensando. Pablo recogió sus cosas y se marchó a casa. Su mujer no iba a estar y podría disfrutar de la casa para él solo pero, ahora que tenía la oportunidad, no estaba motivado. Había tenido un mal día y solo quería que terminara.
De camino a casa tenía la extraña sensación de que alguien le observaba, lo que él no sabía es que realmente lo seguían.
Tomó otro camino para llegar a casa y respiró tranquilo cuando cruzó la puerta de su hogar. Se dejó caer rendida en el sofá y entrecerró los ojos quedando medio dormido.
Unos pasos le alertaron y empezó a mirar con recelo cada rincón de la casa. Se levantó e inspeccionó el piso. Cuando regresaba hacia el salón algo le sorprendió.
- Hola, Pablo.
Una figura femenina yacía en el sofá con sus pies sobre la mesa.
Continuará…
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jueves, 11 de junio de 2009
Estudiante de fisioterapia: 3. Punto de inflexión
3.Punto de inflexión
Lucía estaba contrariada, estaba en casa de Pablo, cosa que quería por una parte pero por otra buscaba la manera de huir. No sabía que hacer, él en cierto modo la dominaba y sabía que desobedecerlo le conllevaría consecuencias.
Pablo empezaba a impacientarse, subió al dormitorio y la encontró sentada, igual que cuando la había dejado.
– ¿Aún estás así, te parece bien? No tengo todo el tiempo para ti y mi paciencia se está agotando.
Ella seguía con su mirada perdida sin mover un músculo. Pablo, harto de esperar, la cogió del pelo y la puso en pie para desvestirla. La furia se había apoderado de él y realizó algún cambio de planes para ella. Cuando la tuvo desnuda por completo le entraron unas ganas irrefrenables de comerle su rasurado coño lleno de jugos fruto del calentón que ella llevaba por Maca.
– Ahora ponte lo que hay dentro del paquete y no me hagas esperar, vamos.
Lucía sacó el contenido del paquete y se dispuso a vestirse. Se colocó la diminuta tanga negra transparente, una minifalda extremadamente corta y una blusa que apenas le cubría los senos.
– Te ves muy bien así pero te has dejado lo más importante.
Pablo cogió varios artilugios y se dirigió hacia ella.
– Abre las piernas y no te muevas. Mmmmm qué rico, no vamos a tener problemas para que entre.
Cogió unas bolas chinas anales y las empapó en los líquidos que emanaban de su vagina. Paró y hizo lo mismo con el pequeño vibrador que utilizó en el coche, dejándolo dentro. Se sentó en la cama y la recostó sobre sus piernas. Empezó a lamerle su orificio anal y dilatándolo con sus dedos hasta el punto que introdujo las bolas chinas. Lucía se retorcía de dolor pero él no dejaba que se escapara. Por último la volteó y la irguió para lamerle los pezones.
– Mira, no te quejes, ambos sabemos que lo estás disfrutando. Apenas te he rozado los pechos y tus pezones ya estaban por reventar, eres una auténtica zorra.
Acto seguido le colocó unas pinzas, unidas entre si por una cadena, en cada pezón. Ella soltó un pequeño grito.
– Muy bien, así estás perfecta. Ahora yo bajaré y me vendrás a buscar como la perrita que eres. Nos lo pasaremos bien.
Cada movimiento que hacía le propinaba una serie de extrañas sensaciones. Eran dolorosas pero sentía algo diferente.
Cuando consiguió caminar bajó y empezó a buscar a Pablo. Dio una vuelta por toda la planta y finalmente lo divisó en la terraza hablando por móvil. Sin pensárselo dos veces cogió el abrigo que colgaba al lado de la puerta y se dispuso a salir por ella, no sabía como marcharía pero no dejaría de correr hasta llegar bien lejos.
– ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhhh……!!!!!!!!!!!!
El vibrador se había puesto en marcha y le descargó un orgasmo. Se quedó apoyada en el umbral de la puerta. Las descargas seguían.
– ¿A dónde te crees que vas? Parece que no te ha quedado claro que debes ser una perra obediente, tendré que ser más duro…
La cogió por la cadena y la arrastró hasta su habitación. Lucía no cesaba de dar pequeños alaridos. Sus pezones estaban sufriendo y su coño estaba disfrutando. Llegaron al dormitorio y separándole sus extremidades la ató tumbada hacia arriba en la cama.
Él cogió su inseparable fusta y empezó a propinarle golpes en sus pechos, hipersensibles, acompañándolo de descargas vibratorias. Así estuvo un buen rato, oyendo como ella le rogaba que parase al inicio y al final, leves suspiros.
– Muy bien, parece que empiezas a ser dócil. Así me gusta, que seas mi perra. ¡Dilo!
– Soy tu perra.
– No te oigo, más fuerte.
– Soy tu perra.
– ¡Sigo sin oírte!
En ese momento le soltó un azote en sus pechos y puso en marcha el vibrador.
– ¡Aaaaahhhh! ¡Soy tu perra, soy tu … aaaahhh!
– Así, muy bien. Veamos estos pezones rojos…. Mmmmm, están deliciosos…
Le soltó las pinzas y cada roce, por leve que fuera, le hacía gemir. Estaba corriéndose del gusto.
Pablo se levantó dejándola disfrutar y empezó a desnudarse. El vibrador seguía en marcha y Lucía no dejaba de moverse y de gemir. Al momento notó que tenía la polla de Pablo en la boca y empezó a mamársela.
Empezó por jugar tímidamente con la punta de su lengua dando pequeños toques en la punta del pene. Despacio se fue introduciendo hasta poco antes de la mitad, Pablo tenía un buen miembro.
Él se fue situando sobre ella, listo para comerle el coño y realizar juntos un 69. su lengua iba dibujando y repasando todos los rincones de Lucía, abriendo lentamente sus labios vaginales para hacerla sufrir. Ella, cuanto más cerca estaba Pablo de su botón de placer, más rápido la succionaba. El empezó a lamerle su clítoris sin compasión a la vez que jugaba con las bolas chinas.
Ella se estaba muriendo de placer, estaba a punto e llegar al orgasmo cuando, inesperadamente, él la soltó y la obligó a permanecer en silencio bajo su cama.
No entendió nada, sólo sabía que estaba realmente cachonda y no dejaba de sentir que necesitaba ser follada.
Un coche había llegado y Pablo, tapándose con una toalla, bajó raudo a recibir al recién llegado. Pese a sus 39 años tenía un cuerpo muy bien cuidado, trabajo, marcando sus músculos y tostado por el sol.
– Cariño, qué pronto has llegado…
Del coche había bajado una despampanante pelirroja de ojos verdes, labios para no dejar de besar y un cuerpo de diosa. Trabajaba como ejecutiva e iba vestida con un traje de 3 piezas compuesto por chaqueta y falda negra, mostrando sus largas piernas estilizadas, además, por unos finos tacones, y, adornando su escote, una fina blusa blanca semitransparente que calentaría hasta el último esquimal.
Llevaba los labios pintados de rojo pasión y sus ojos de tigresa destacaban por sus tupidas pestañas. El pelo lo llevaba recogido elegantemente y todo ello le daba un toque muy sensual.
– Cariño, estás muy sexy, tus compañeros no sé como logran trabajar contigo en la oficina sin distraerse…
– Hola cielo, ¡qué bienvenida! Si lo llegó a saber salgo antes…
Se saludaron con un beso suave en los labios que fue perdiendo su inocencia para convertirse en un beso apasionado. Poco a poco Natalia, su mujer, fue separándose y cesando el arrebato de pasión.
– Pablo, dame un respiro. Estás muy caliente, cualquiera diría que te has quedado a mitad de un polvo…
– Si tu supieras… ¿Tanto te extraña que tenga ganas de disfrutar de tu cuerpo?
– ¡Qué cabrón que llegas a ser! Déjame dar una ducha al menos.
Natalia subió las escaleras y se dirigió al dormitorio. Se despojó de su ropa y entró al baño sin cerrar la puerta. Lo que no sabía es que no era su marido quien la estaba observando.
Lucía permanecía bajo la cama excitándose cada vez más por lo que veía. Nunca había prestado atención al cuerpo femenino pero aquel, sin ninguna duda, le gustaba. El agua acariciaba el cuerpo de Natalia pero pronto las caricias las realizó Pablo. Sorprendió a su mujer en la ducha, agarrándole con firmeza los pechos y restregándole su hombría por la retaguardia. El baño se esta sobrecalentando.
Mientras la alumna no perdía detalle, la esposa fue girándose y bajando por el cuerpo de su marido, lamiéndole los pezones, sus abdominales, su pubis, … hasta llegar al mástil. Lo empezó a lamer por el tronco, despacio, mirando lascivamente a Pablo. Siguió chupando los cojones mientras con la mano acariciaba el miembro que iba creciendo por momentos.
Pablo estaba gozando y pronto le llegó el orgasmo llenando de semen el pelo y el rostro de Natalia. Ésta se limpió bajo el agua mientras Pablo le succionaba los pezones.
– Pablo, Pablo… joder, qué salido estás hoy…
Él le cogió la mano y la sacó de la ducha para llevarla a la cama pero en ese momento ella observó la blusa y la falda.
– Pablo ¿y esto qué es?
Su marido no se acordó de recoger el atuendo de Lucía y le plantó la excusa que primero le pasó por la cabeza.
– Quería cumplir una fantasía y me has estropeado al sorpresa. Siempre he querido saber que se siente al tirarme a una alumna.
Natalia lo observó con cara de cachonda, lo empujó contra la cama y se encerró en el baño. Cogió la vestimenta y se dispuso a salir.
– Profesor, no me suspenda, haré lo que usted me diga…
– Señorita Herrero, sacó muy malas notas, no se podrá hacer mucha cosa…
La había llamado Herrero, el apellido de Lucía.
– Señor profesor, de verdad, haré lo que sea…
– Acérquese señorita, siéntese en mis rodillas… Así, perfecto.
Ella se sentó en su regazo con las piernas abiertas y el culo al aire, pues la falda no tapaba nada. El empezó a acariciarle la entrepierna.
– Profesor, aaaahhhh… no sé si está bien, cu manita…. Mmmmm…
– Señorita Herrero ¿quiere que la apruebe?
– ¡Sííííí! Dígame, qué tengo que hacer…
– Repetirá el examen pero lo hará oral, con esa boquita de puta seguro que sacará buena nota…
– Profesor, lo que dice me excita mucho…
La esposa se movía al ritmo que le marcaba Pablo con su dedo y lentamente volvió a descender hasta la polla. Dejó cerca de Lucía su hermoso coño, depilado, destilando aromas. Quería acariciarlo como estaba haciendo con el suyo pero Pablo, observándola por el espejo, levantó a su mujer y la tumbó en la cama, dejando su coño en el margen del colchón y colocándose él de rodillas en el suelo.
– Ahora vas a saber lo que es bueno, señorita Herrero.
Acto seguido empezó a lamer todo el pubis, lentamente, disfrutando de cada rincón. Lucía ahora tenía a su alcance el hermoso pene y sin dudarlo dos veces se lanzó sobre él introduciéndoselo en la boca. Pablo se sorprendió y empezó a chuparle el coño a Natalia más rápido. Los gemidos inundaban la habitación.
Tras unos minutos en esa situación Lucía sintió como la vara de su profesor se escapaba de sus labios para, acto seguido, introducirse en la vagina de su mujer. Pablo empezó a follarla de una manera salvaje, como si fuera lo último que hiciera en esta vida.
– Pablo, sí, cariño… ¡Cómo me follas, aaahhhh, sigue, sigue, así…!
– Vas a saber lo que es bueno, putita…
Escuchar esas obscenidades calentaba más a Natalia y pronto tomó las riendas. Se colocó encima de Pablo y empezó a cabalgarlo, su pelvis iba en todas direcciones. Él empezó a apretar sus tetas que colgaban ante sus ojos.
Pablo divisó sobre la mesita de noche el control del vibrador y recordó que este seguía dentro de su alumna.
Con un movimiento raudo y veloz se hizo con él y dispuso a su esposa en la posición del perrito. Él se percató que Lucía podía observar todo lo que ocurría a través del espejo y en el momento que le clavó su pene a Natalia activó el vibrador. A la chica se le escapó un gemido pero la mujer de Pablo estaba tan febril que ni se percató de ello. Como pudo Lucía se tapó la boca mientras recibís las descargas de su profesor.
Pablo comenzó a introducirle un dedo en el culo a Natalia para dilatarlo, empezó a ensalivarlo y lamerlo mientras con la otra mano le masajeaba el clítoris. Ella estaba saliendo de su trance y cuando notó la punta de la verga se negó rotundamente. Insistió y lo máximo que consiguió fue más negativos de su mujer finalizando en un misero “Déjame en paz”, volteándose y dándole la espalda para dormir.
Pablo atónito no lo podía creer. Después de gozar aquella noche aquel rechazo le sentó como un jarro de agua fría. Se dispuso a dormir olvidándose de todo, incluso de Lucía.
La noche fue transcurriendo y Lucía, cerciorándose de que ambos dormían, abandonó su escondite. Empezó a buscar la ropa pero finalmente decidió marcharse tan solo con el vestido camisero y unos zapatos de Natalia.
Cuando estaba dispuesta a salir se percató de que Pablo estaba con el cuerpo descubierto y su polla estaba a la vista. Sin ser consciente se arrodilló y comenzó a acariciársela. Sabía que podía ser descubierta por la mujer que dormía allí pero le dio igual. Empezó a introducírselo en la boca, lo estaba gozando. Localizó el control y activó el artilugio que tanto disfrute le dio la noche anterior. No paraba de succionar el pene, él empezó a emitir unos leves sonidos pero aún dormid y al momento Lucía estaba tragándose toda su leche.
Cuando finalizó recogió sus pocas pertenencias, tomó prestadas las llaves del coche de Pablo y se marchó. Montó en el automóvil y se dirigió hacia su piso. Por precaución aparcó unas calles distantes y se dirigió a su hogar, mostrando su cuerpo a través del poco vestuario a los primeros trabajadores del día.
Se sentía feliz, algo dentro de ella había cambiado. Se sentía diferente, se había empezado a liberar y lo había disfrutado. Pablo tenía razón, era una puta e iba a empezar a actuar como tal. La nueva Lucía había llegado.
Pablo despertó solo en la cama. Al lado tenía una nota de Natalia pidiéndole disculpas pero lo que llamó la atención fueron los restos de semen en su pene.
Encendió el móvil y tenia un mensaje:
Te devolveré el coche, no te preocupes si no lo ves. Estará donde debe estar esta tarde en el parking. P.D.: gracias por el desayuno, tu leche estaba riquísima. Tu zorra.
Lucía estaba contrariada, estaba en casa de Pablo, cosa que quería por una parte pero por otra buscaba la manera de huir. No sabía que hacer, él en cierto modo la dominaba y sabía que desobedecerlo le conllevaría consecuencias.
Pablo empezaba a impacientarse, subió al dormitorio y la encontró sentada, igual que cuando la había dejado.
– ¿Aún estás así, te parece bien? No tengo todo el tiempo para ti y mi paciencia se está agotando.
Ella seguía con su mirada perdida sin mover un músculo. Pablo, harto de esperar, la cogió del pelo y la puso en pie para desvestirla. La furia se había apoderado de él y realizó algún cambio de planes para ella. Cuando la tuvo desnuda por completo le entraron unas ganas irrefrenables de comerle su rasurado coño lleno de jugos fruto del calentón que ella llevaba por Maca.
– Ahora ponte lo que hay dentro del paquete y no me hagas esperar, vamos.
Lucía sacó el contenido del paquete y se dispuso a vestirse. Se colocó la diminuta tanga negra transparente, una minifalda extremadamente corta y una blusa que apenas le cubría los senos.
– Te ves muy bien así pero te has dejado lo más importante.
Pablo cogió varios artilugios y se dirigió hacia ella.
– Abre las piernas y no te muevas. Mmmmm qué rico, no vamos a tener problemas para que entre.
Cogió unas bolas chinas anales y las empapó en los líquidos que emanaban de su vagina. Paró y hizo lo mismo con el pequeño vibrador que utilizó en el coche, dejándolo dentro. Se sentó en la cama y la recostó sobre sus piernas. Empezó a lamerle su orificio anal y dilatándolo con sus dedos hasta el punto que introdujo las bolas chinas. Lucía se retorcía de dolor pero él no dejaba que se escapara. Por último la volteó y la irguió para lamerle los pezones.
– Mira, no te quejes, ambos sabemos que lo estás disfrutando. Apenas te he rozado los pechos y tus pezones ya estaban por reventar, eres una auténtica zorra.
Acto seguido le colocó unas pinzas, unidas entre si por una cadena, en cada pezón. Ella soltó un pequeño grito.
– Muy bien, así estás perfecta. Ahora yo bajaré y me vendrás a buscar como la perrita que eres. Nos lo pasaremos bien.
Cada movimiento que hacía le propinaba una serie de extrañas sensaciones. Eran dolorosas pero sentía algo diferente.
Cuando consiguió caminar bajó y empezó a buscar a Pablo. Dio una vuelta por toda la planta y finalmente lo divisó en la terraza hablando por móvil. Sin pensárselo dos veces cogió el abrigo que colgaba al lado de la puerta y se dispuso a salir por ella, no sabía como marcharía pero no dejaría de correr hasta llegar bien lejos.
– ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhhh……!!!!!!!!!!!!
El vibrador se había puesto en marcha y le descargó un orgasmo. Se quedó apoyada en el umbral de la puerta. Las descargas seguían.
– ¿A dónde te crees que vas? Parece que no te ha quedado claro que debes ser una perra obediente, tendré que ser más duro…
La cogió por la cadena y la arrastró hasta su habitación. Lucía no cesaba de dar pequeños alaridos. Sus pezones estaban sufriendo y su coño estaba disfrutando. Llegaron al dormitorio y separándole sus extremidades la ató tumbada hacia arriba en la cama.
Él cogió su inseparable fusta y empezó a propinarle golpes en sus pechos, hipersensibles, acompañándolo de descargas vibratorias. Así estuvo un buen rato, oyendo como ella le rogaba que parase al inicio y al final, leves suspiros.
– Muy bien, parece que empiezas a ser dócil. Así me gusta, que seas mi perra. ¡Dilo!
– Soy tu perra.
– No te oigo, más fuerte.
– Soy tu perra.
– ¡Sigo sin oírte!
En ese momento le soltó un azote en sus pechos y puso en marcha el vibrador.
– ¡Aaaaahhhh! ¡Soy tu perra, soy tu … aaaahhh!
– Así, muy bien. Veamos estos pezones rojos…. Mmmmm, están deliciosos…
Le soltó las pinzas y cada roce, por leve que fuera, le hacía gemir. Estaba corriéndose del gusto.
Pablo se levantó dejándola disfrutar y empezó a desnudarse. El vibrador seguía en marcha y Lucía no dejaba de moverse y de gemir. Al momento notó que tenía la polla de Pablo en la boca y empezó a mamársela.
Empezó por jugar tímidamente con la punta de su lengua dando pequeños toques en la punta del pene. Despacio se fue introduciendo hasta poco antes de la mitad, Pablo tenía un buen miembro.
Él se fue situando sobre ella, listo para comerle el coño y realizar juntos un 69. su lengua iba dibujando y repasando todos los rincones de Lucía, abriendo lentamente sus labios vaginales para hacerla sufrir. Ella, cuanto más cerca estaba Pablo de su botón de placer, más rápido la succionaba. El empezó a lamerle su clítoris sin compasión a la vez que jugaba con las bolas chinas.
Ella se estaba muriendo de placer, estaba a punto e llegar al orgasmo cuando, inesperadamente, él la soltó y la obligó a permanecer en silencio bajo su cama.
No entendió nada, sólo sabía que estaba realmente cachonda y no dejaba de sentir que necesitaba ser follada.
Un coche había llegado y Pablo, tapándose con una toalla, bajó raudo a recibir al recién llegado. Pese a sus 39 años tenía un cuerpo muy bien cuidado, trabajo, marcando sus músculos y tostado por el sol.
– Cariño, qué pronto has llegado…
Del coche había bajado una despampanante pelirroja de ojos verdes, labios para no dejar de besar y un cuerpo de diosa. Trabajaba como ejecutiva e iba vestida con un traje de 3 piezas compuesto por chaqueta y falda negra, mostrando sus largas piernas estilizadas, además, por unos finos tacones, y, adornando su escote, una fina blusa blanca semitransparente que calentaría hasta el último esquimal.
Llevaba los labios pintados de rojo pasión y sus ojos de tigresa destacaban por sus tupidas pestañas. El pelo lo llevaba recogido elegantemente y todo ello le daba un toque muy sensual.
– Cariño, estás muy sexy, tus compañeros no sé como logran trabajar contigo en la oficina sin distraerse…
– Hola cielo, ¡qué bienvenida! Si lo llegó a saber salgo antes…
Se saludaron con un beso suave en los labios que fue perdiendo su inocencia para convertirse en un beso apasionado. Poco a poco Natalia, su mujer, fue separándose y cesando el arrebato de pasión.
– Pablo, dame un respiro. Estás muy caliente, cualquiera diría que te has quedado a mitad de un polvo…
– Si tu supieras… ¿Tanto te extraña que tenga ganas de disfrutar de tu cuerpo?
– ¡Qué cabrón que llegas a ser! Déjame dar una ducha al menos.
Natalia subió las escaleras y se dirigió al dormitorio. Se despojó de su ropa y entró al baño sin cerrar la puerta. Lo que no sabía es que no era su marido quien la estaba observando.
Lucía permanecía bajo la cama excitándose cada vez más por lo que veía. Nunca había prestado atención al cuerpo femenino pero aquel, sin ninguna duda, le gustaba. El agua acariciaba el cuerpo de Natalia pero pronto las caricias las realizó Pablo. Sorprendió a su mujer en la ducha, agarrándole con firmeza los pechos y restregándole su hombría por la retaguardia. El baño se esta sobrecalentando.
Mientras la alumna no perdía detalle, la esposa fue girándose y bajando por el cuerpo de su marido, lamiéndole los pezones, sus abdominales, su pubis, … hasta llegar al mástil. Lo empezó a lamer por el tronco, despacio, mirando lascivamente a Pablo. Siguió chupando los cojones mientras con la mano acariciaba el miembro que iba creciendo por momentos.
Pablo estaba gozando y pronto le llegó el orgasmo llenando de semen el pelo y el rostro de Natalia. Ésta se limpió bajo el agua mientras Pablo le succionaba los pezones.
– Pablo, Pablo… joder, qué salido estás hoy…
Él le cogió la mano y la sacó de la ducha para llevarla a la cama pero en ese momento ella observó la blusa y la falda.
– Pablo ¿y esto qué es?
Su marido no se acordó de recoger el atuendo de Lucía y le plantó la excusa que primero le pasó por la cabeza.
– Quería cumplir una fantasía y me has estropeado al sorpresa. Siempre he querido saber que se siente al tirarme a una alumna.
Natalia lo observó con cara de cachonda, lo empujó contra la cama y se encerró en el baño. Cogió la vestimenta y se dispuso a salir.
– Profesor, no me suspenda, haré lo que usted me diga…
– Señorita Herrero, sacó muy malas notas, no se podrá hacer mucha cosa…
La había llamado Herrero, el apellido de Lucía.
– Señor profesor, de verdad, haré lo que sea…
– Acérquese señorita, siéntese en mis rodillas… Así, perfecto.
Ella se sentó en su regazo con las piernas abiertas y el culo al aire, pues la falda no tapaba nada. El empezó a acariciarle la entrepierna.
– Profesor, aaaahhhh… no sé si está bien, cu manita…. Mmmmm…
– Señorita Herrero ¿quiere que la apruebe?
– ¡Sííííí! Dígame, qué tengo que hacer…
– Repetirá el examen pero lo hará oral, con esa boquita de puta seguro que sacará buena nota…
– Profesor, lo que dice me excita mucho…
La esposa se movía al ritmo que le marcaba Pablo con su dedo y lentamente volvió a descender hasta la polla. Dejó cerca de Lucía su hermoso coño, depilado, destilando aromas. Quería acariciarlo como estaba haciendo con el suyo pero Pablo, observándola por el espejo, levantó a su mujer y la tumbó en la cama, dejando su coño en el margen del colchón y colocándose él de rodillas en el suelo.
– Ahora vas a saber lo que es bueno, señorita Herrero.
Acto seguido empezó a lamer todo el pubis, lentamente, disfrutando de cada rincón. Lucía ahora tenía a su alcance el hermoso pene y sin dudarlo dos veces se lanzó sobre él introduciéndoselo en la boca. Pablo se sorprendió y empezó a chuparle el coño a Natalia más rápido. Los gemidos inundaban la habitación.
Tras unos minutos en esa situación Lucía sintió como la vara de su profesor se escapaba de sus labios para, acto seguido, introducirse en la vagina de su mujer. Pablo empezó a follarla de una manera salvaje, como si fuera lo último que hiciera en esta vida.
– Pablo, sí, cariño… ¡Cómo me follas, aaahhhh, sigue, sigue, así…!
– Vas a saber lo que es bueno, putita…
Escuchar esas obscenidades calentaba más a Natalia y pronto tomó las riendas. Se colocó encima de Pablo y empezó a cabalgarlo, su pelvis iba en todas direcciones. Él empezó a apretar sus tetas que colgaban ante sus ojos.
Pablo divisó sobre la mesita de noche el control del vibrador y recordó que este seguía dentro de su alumna.
Con un movimiento raudo y veloz se hizo con él y dispuso a su esposa en la posición del perrito. Él se percató que Lucía podía observar todo lo que ocurría a través del espejo y en el momento que le clavó su pene a Natalia activó el vibrador. A la chica se le escapó un gemido pero la mujer de Pablo estaba tan febril que ni se percató de ello. Como pudo Lucía se tapó la boca mientras recibís las descargas de su profesor.
Pablo comenzó a introducirle un dedo en el culo a Natalia para dilatarlo, empezó a ensalivarlo y lamerlo mientras con la otra mano le masajeaba el clítoris. Ella estaba saliendo de su trance y cuando notó la punta de la verga se negó rotundamente. Insistió y lo máximo que consiguió fue más negativos de su mujer finalizando en un misero “Déjame en paz”, volteándose y dándole la espalda para dormir.
Pablo atónito no lo podía creer. Después de gozar aquella noche aquel rechazo le sentó como un jarro de agua fría. Se dispuso a dormir olvidándose de todo, incluso de Lucía.
La noche fue transcurriendo y Lucía, cerciorándose de que ambos dormían, abandonó su escondite. Empezó a buscar la ropa pero finalmente decidió marcharse tan solo con el vestido camisero y unos zapatos de Natalia.
Cuando estaba dispuesta a salir se percató de que Pablo estaba con el cuerpo descubierto y su polla estaba a la vista. Sin ser consciente se arrodilló y comenzó a acariciársela. Sabía que podía ser descubierta por la mujer que dormía allí pero le dio igual. Empezó a introducírselo en la boca, lo estaba gozando. Localizó el control y activó el artilugio que tanto disfrute le dio la noche anterior. No paraba de succionar el pene, él empezó a emitir unos leves sonidos pero aún dormid y al momento Lucía estaba tragándose toda su leche.
Cuando finalizó recogió sus pocas pertenencias, tomó prestadas las llaves del coche de Pablo y se marchó. Montó en el automóvil y se dirigió hacia su piso. Por precaución aparcó unas calles distantes y se dirigió a su hogar, mostrando su cuerpo a través del poco vestuario a los primeros trabajadores del día.
Se sentía feliz, algo dentro de ella había cambiado. Se sentía diferente, se había empezado a liberar y lo había disfrutado. Pablo tenía razón, era una puta e iba a empezar a actuar como tal. La nueva Lucía había llegado.
Pablo despertó solo en la cama. Al lado tenía una nota de Natalia pidiéndole disculpas pero lo que llamó la atención fueron los restos de semen en su pene.
Encendió el móvil y tenia un mensaje:
Te devolveré el coche, no te preocupes si no lo ves. Estará donde debe estar esta tarde en el parking. P.D.: gracias por el desayuno, tu leche estaba riquísima. Tu zorra.
Estudiante de fisioterapia: 2. Preparación
2. Preparación
Aquella mañana había estado con una sensación confusa, excitada y avergonzada, y a la vez se sentía nerviosa por lo que les esperaba aquella tarde.
Lucía vivía en un piso compartido por tres estudiantes más, dos chicas y un chico.
Al levantarse se dirigió directamente al baño, intentando olvidar todo lo pasado, y al entrar se encontró con su compañero, Alan. Él estaba saliendo justamente en ese momento de la ducha por lo cual estaba completamente desnudo. Ella al principio no pudo dejar de observar su pene y cuando reaccionó se sonrojó y salió corriendo en dirección a la cocina.
Allí se encontraba Miriam, una chica rubia de profundos ojos marrones, cuerpo pequeño, con poco pecho pero con un culo respingón. Era la lujuria en persona.
- Buenos días, Lucía. ¿Qué tal ha ido la noche? ¡Vaya fiestecita te montaste en tu cuarto!
- Buenos días, Miriam.
- Vaya, qué humor tienes esta mañana... no que tu amante te hubiese dejado a medias...
En ese momento entro Alan, ya vestido, para desayunar.
- ¿Con que Lucía tiene un amante y lo trae a casa, eh? Tendré que vigilar quien amenaza con ocupar mi lugar de macho de la casa...
- ¡Dejaos de gilipolleces! Yo no tengo ningún amante.
- Ya, ya,... "Pablo, sigue, dame tu polla, si, así..."
- ¡Cállate!
- "Pablo, sigue, sí, sí, aaaahhh, córrete en mi boca, soy tu perra, aaahhh..."
Lucía no lo soportaba más, quería olvidarlo y así no lo conseguía. Se levantó hecha una furia y se dirigía a salir por el pasillo pero Miriam seguía con su burla.
- Lo que yo te diga, Alan. Ésta está de un humor de perros porque no se la han follado bien...
- ¡Deja de decir mentiras, guarra! Si hay alguien aquí que es una zorra esa eres tú que no dejas de pasearte en ropa interior casi inexistente por toda la casa y cada día sale un tío diferente por la puerta de tu habitación.
- Será porque no soy una reprimida como tu. Parece mentira que estés medio día en pelotas en clase y seas tan estrecha...
Lucía se marchó indignada pero sabía que lo que decía Miriam era cierto.
- Vaya, creo que se ha cabreado de verdad. Quizás te has pasado Miriam.
- Alan, créeme que es por su bien, tiene que soltarse y disfrutar de su sexualidad.
- Ojala la pudiera disfrutar conmigo porque mira como me ha dejado desde que ha entrado en el baño y veros pelear me ha puesto aún más cachondo.
- Ya lo veo, cariño, pero no te lo pondré tan fácil. La primera en comerse su coño y probar sus tetazas seré yo.
- No me digas eso porque en cuestiones de sexo no hay quien me gane.
- Que creído, cielo, ven aquí que vas a saber lo que es bueno.
Mientras iban retándose, Alan y Miriam se habían ido acercando hasta que no pasaba aire entre sus cuerpos y la tensión sexual cada vez era mayor. La ropa voló por la cocina y el suelo se convirtió en el campo de batalla.
A todo esto, Lucía había decidido coger el transporte público para llegar a la universidad. Durante todo el trayecto no dejó de pensar en el día anterior, en lo sucedido esta mañana, en lo que le espera ahora,...
Cruzó las puerta, subió las escaleras y vigilando que nadie la viera entró en la sala de profesores. Nada más entrar Pablo cerro con llave la puerta y empezó a desnudarla.
- Te dije que el sujetador y las bragas no lo necesitarías más, te ves mejor sin ellos.
- Por favor, lo de ayer, fue un error...
- Lo de ayer sólo fue el principio pero para continuar hay que hacer unos preparatorios antes. Cuando acabes las clases vendrás a buscarme aquí y te vendrás conmigo. Para irte preparando te vas a poner esta ropa.
Le dio unas mallas ajustadas, un vestido camisero dos tallas más pequeño y una botas con un tacón de vértigo. No dejó que fuera al vestuario a cambiarse y se vio obligada a hacerlo delante de él. Cuando finalizó el dio los últimos retoques.
- Estas mallas te hacen unas piernas para comérselas, no se por qué no te aprovechas de ello pero deben ir un poco más arriba para que se aprecie bien toda tu anatomía - refiriéndose a sus labios vaginales, paseando su dedo por ellos - El vestido te hace unas tetas impresionantes, mira como me has puesto la polla. Pero este botón mejor sin abrochar.
Sus pechos estaban muy prietos y soltar el botón dejó poco trabajo a la imaginación para saber como eran. Pablo se colocó detrás suyo y le colocó su penen entre las nalgas mientras le sobaba las tetas.
- ¡Qué culo y qué tetas tienes! Verás que si colaboras y eres buena te lo pasarás bien, es lo que quieres.
- No, yo no quiero esto...
- Claro que sí, zorrita, mira como reacciona tu cuerpo...
Ella no era consciente hasta que él se lo dijo. Sus pezones querían escaparse de la camisa, estaban muy excitados. Él la puso contra la pared y empezó a restregarle el pene por su culo sobre la ropa, ella empezó a jadear, se sentía muy cachonda pero no quería que fuese así.
Él abrió la puerta y la obligó a salir. Sin más, Lucía se vio expuesta a los demás alumnos que no dejaban de mirarla. Sonrojada, entró rápidamente en clase y se refugió en la última fila, no quería ver de cerca a Pablo.
Por su parte, Pablo no tenía intención de dejar que se le pasara el calentón a Lucía y durante toda la clase estuvo con la fusta arriba y abajo. Finalizó la clase y ella marchó corriendo rumbo al vacío vestuario, entró, se encerró, se sentó y no cesaba el caliente recuerdo de la fusta. No se dio cuenta hasta que alcanzó el orgasmo de que se estaba masturbando pero ella tenia sólo dos manos y alguien le estaba amasando sus pechos desde la retaguardia. Quiso voltear y ver quién era pero fue demasiado tarde.
Las clases finalizaron y todo el mundo se marchó. Se dirigió en busca de Pablo pero esta vez, sin saber por qué, le apetecía ir, estaba muy cachonda. Picó en la puerta y no le dio tiempo ni de entrar pues Pablo la cogió por el brazo y la condujo hasta su coche.
Hacía 5 minutos que habían cogido el coche y aún permanecían en silencio.
- Te lo has pasado bien esta tarde sin mí, ¿no?
Ella no sabía qué decir.
- No hace falta que me digas nada, tú cara habla por ti. Eres una gran puta y esta tarde has actuado como tal.
- Yo no he hecho nada...
- ¿Te piensas que no sé que has estado masturbándote con compañía en el vestuario? Además, reconócelo, te gusta tu ropa, te hace sentir más zorra...
Se quedó en silencio, era verdad. La mano de Pablo le desabotonó la camisa exponiendo los pechos en medio la carretera.
- Pablo, por favor, no...
- Calla, te voy a dar lo que te mereces.
Empezó a ver como los pasajeros de otros vehículos la observaban e intentaba taparse. Aprovechando un semáforo Pablo le enmanilló los brazos por detrás del asiento del copiloto y le introdujo un pequeño vibrador en el coño.
Lucía no podía cubrirse, estaba totalmente expuesta, y lo peor era que lo disfrutaba. Pablo accionaba el vibrador con un pequeño mando y le profirió varios orgasmos a la muchacha. Había bajado las ventanillas y todos la oían pero ella estaba en estado placentero y no era consciente.
Ya no podía más y no se percató de que habían llegado a su destino. Él la liberó, le abotonó el vestido y la condujo hacia un centro de estética.
- Don Pablo, ¿En qué podemos servirle?
- Hola Maca, necesito que la depiléis y un tratamiento de relajación completo.
- Muy bien, venga por aquí, señorita.
Lucía se dejaba llevar. La desvistieron y la tumbaron en una camilla boca arriba. Sin darse cuenta empezó a notar como le depilaban su coño. Tenía muy sensible la zona y cada tirón le hacía soltar un gemido. Estaba exhausta y no se percató de que la tumbaron y empezaron a masajearle la espalda. Estaba en la gloria. El masaje fue descendiendo y un dedo se empezó a meter por su raja. Lucía se giró para protestar pero los labios de Maca lo impidieron.
Maca empezó a comerle la boca apasionadamente y Lucía sin darse cuenta respondió al beso. Pensaba que no era lesbiana pero le gustaba y estaba muy cachonda.
Fue volteando hasta quedar boca arriba sobre la camilla mientras no dejaba de jugar con su lengua. Macarena fue bajando por su cuerpo, deleitándose con los pezones, chupándolos, mordiéndolos, estrujando el otro pecho... Lucía no paraba de jadear e inconscientemente fue bajando la cabeza de la otra chica hasta su vagina.
No sabía si Macarena era homosexual pero tenía que reconocer que era una experta en el sexo oral. Le estaba haciendo un cunnilingus impresionante, introduciendo su lengua hasta lo más profundo, devorando todo los rincones, sorbiendo su clítoris, ... sin olvidar su punto g. Lucía no sabía por qué pero quería hacer disfrutar a Maca pero esta se lo impidió.
- No, princesa, sólo tú.
Los jadeos de Lucía se transformaron casi en gritos y en el momento en que se avecinaba su orgasmo, la esteticién cesó.
- Don Pablo, como a usted le gusta.
Lucía, decepcionada y muy caliente, volvió a subir al coche de Pablo y se dejó conducir hasta su próximo destino: casa de Pablo.
En el dormitorio le dio un paquete.
- Póntelo y búscame.
Continuará…
Comentarios, sugerencias, críticas, opiniones, … cualquier cosa a nayandei13@gmail.com
Aquella mañana había estado con una sensación confusa, excitada y avergonzada, y a la vez se sentía nerviosa por lo que les esperaba aquella tarde.
Lucía vivía en un piso compartido por tres estudiantes más, dos chicas y un chico.
Al levantarse se dirigió directamente al baño, intentando olvidar todo lo pasado, y al entrar se encontró con su compañero, Alan. Él estaba saliendo justamente en ese momento de la ducha por lo cual estaba completamente desnudo. Ella al principio no pudo dejar de observar su pene y cuando reaccionó se sonrojó y salió corriendo en dirección a la cocina.
Allí se encontraba Miriam, una chica rubia de profundos ojos marrones, cuerpo pequeño, con poco pecho pero con un culo respingón. Era la lujuria en persona.
- Buenos días, Lucía. ¿Qué tal ha ido la noche? ¡Vaya fiestecita te montaste en tu cuarto!
- Buenos días, Miriam.
- Vaya, qué humor tienes esta mañana... no que tu amante te hubiese dejado a medias...
En ese momento entro Alan, ya vestido, para desayunar.
- ¿Con que Lucía tiene un amante y lo trae a casa, eh? Tendré que vigilar quien amenaza con ocupar mi lugar de macho de la casa...
- ¡Dejaos de gilipolleces! Yo no tengo ningún amante.
- Ya, ya,... "Pablo, sigue, dame tu polla, si, así..."
- ¡Cállate!
- "Pablo, sigue, sí, sí, aaaahhh, córrete en mi boca, soy tu perra, aaahhh..."
Lucía no lo soportaba más, quería olvidarlo y así no lo conseguía. Se levantó hecha una furia y se dirigía a salir por el pasillo pero Miriam seguía con su burla.
- Lo que yo te diga, Alan. Ésta está de un humor de perros porque no se la han follado bien...
- ¡Deja de decir mentiras, guarra! Si hay alguien aquí que es una zorra esa eres tú que no dejas de pasearte en ropa interior casi inexistente por toda la casa y cada día sale un tío diferente por la puerta de tu habitación.
- Será porque no soy una reprimida como tu. Parece mentira que estés medio día en pelotas en clase y seas tan estrecha...
Lucía se marchó indignada pero sabía que lo que decía Miriam era cierto.
- Vaya, creo que se ha cabreado de verdad. Quizás te has pasado Miriam.
- Alan, créeme que es por su bien, tiene que soltarse y disfrutar de su sexualidad.
- Ojala la pudiera disfrutar conmigo porque mira como me ha dejado desde que ha entrado en el baño y veros pelear me ha puesto aún más cachondo.
- Ya lo veo, cariño, pero no te lo pondré tan fácil. La primera en comerse su coño y probar sus tetazas seré yo.
- No me digas eso porque en cuestiones de sexo no hay quien me gane.
- Que creído, cielo, ven aquí que vas a saber lo que es bueno.
Mientras iban retándose, Alan y Miriam se habían ido acercando hasta que no pasaba aire entre sus cuerpos y la tensión sexual cada vez era mayor. La ropa voló por la cocina y el suelo se convirtió en el campo de batalla.
A todo esto, Lucía había decidido coger el transporte público para llegar a la universidad. Durante todo el trayecto no dejó de pensar en el día anterior, en lo sucedido esta mañana, en lo que le espera ahora,...
Cruzó las puerta, subió las escaleras y vigilando que nadie la viera entró en la sala de profesores. Nada más entrar Pablo cerro con llave la puerta y empezó a desnudarla.
- Te dije que el sujetador y las bragas no lo necesitarías más, te ves mejor sin ellos.
- Por favor, lo de ayer, fue un error...
- Lo de ayer sólo fue el principio pero para continuar hay que hacer unos preparatorios antes. Cuando acabes las clases vendrás a buscarme aquí y te vendrás conmigo. Para irte preparando te vas a poner esta ropa.
Le dio unas mallas ajustadas, un vestido camisero dos tallas más pequeño y una botas con un tacón de vértigo. No dejó que fuera al vestuario a cambiarse y se vio obligada a hacerlo delante de él. Cuando finalizó el dio los últimos retoques.
- Estas mallas te hacen unas piernas para comérselas, no se por qué no te aprovechas de ello pero deben ir un poco más arriba para que se aprecie bien toda tu anatomía - refiriéndose a sus labios vaginales, paseando su dedo por ellos - El vestido te hace unas tetas impresionantes, mira como me has puesto la polla. Pero este botón mejor sin abrochar.
Sus pechos estaban muy prietos y soltar el botón dejó poco trabajo a la imaginación para saber como eran. Pablo se colocó detrás suyo y le colocó su penen entre las nalgas mientras le sobaba las tetas.
- ¡Qué culo y qué tetas tienes! Verás que si colaboras y eres buena te lo pasarás bien, es lo que quieres.
- No, yo no quiero esto...
- Claro que sí, zorrita, mira como reacciona tu cuerpo...
Ella no era consciente hasta que él se lo dijo. Sus pezones querían escaparse de la camisa, estaban muy excitados. Él la puso contra la pared y empezó a restregarle el pene por su culo sobre la ropa, ella empezó a jadear, se sentía muy cachonda pero no quería que fuese así.
Él abrió la puerta y la obligó a salir. Sin más, Lucía se vio expuesta a los demás alumnos que no dejaban de mirarla. Sonrojada, entró rápidamente en clase y se refugió en la última fila, no quería ver de cerca a Pablo.
Por su parte, Pablo no tenía intención de dejar que se le pasara el calentón a Lucía y durante toda la clase estuvo con la fusta arriba y abajo. Finalizó la clase y ella marchó corriendo rumbo al vacío vestuario, entró, se encerró, se sentó y no cesaba el caliente recuerdo de la fusta. No se dio cuenta hasta que alcanzó el orgasmo de que se estaba masturbando pero ella tenia sólo dos manos y alguien le estaba amasando sus pechos desde la retaguardia. Quiso voltear y ver quién era pero fue demasiado tarde.
Las clases finalizaron y todo el mundo se marchó. Se dirigió en busca de Pablo pero esta vez, sin saber por qué, le apetecía ir, estaba muy cachonda. Picó en la puerta y no le dio tiempo ni de entrar pues Pablo la cogió por el brazo y la condujo hasta su coche.
Hacía 5 minutos que habían cogido el coche y aún permanecían en silencio.
- Te lo has pasado bien esta tarde sin mí, ¿no?
Ella no sabía qué decir.
- No hace falta que me digas nada, tú cara habla por ti. Eres una gran puta y esta tarde has actuado como tal.
- Yo no he hecho nada...
- ¿Te piensas que no sé que has estado masturbándote con compañía en el vestuario? Además, reconócelo, te gusta tu ropa, te hace sentir más zorra...
Se quedó en silencio, era verdad. La mano de Pablo le desabotonó la camisa exponiendo los pechos en medio la carretera.
- Pablo, por favor, no...
- Calla, te voy a dar lo que te mereces.
Empezó a ver como los pasajeros de otros vehículos la observaban e intentaba taparse. Aprovechando un semáforo Pablo le enmanilló los brazos por detrás del asiento del copiloto y le introdujo un pequeño vibrador en el coño.
Lucía no podía cubrirse, estaba totalmente expuesta, y lo peor era que lo disfrutaba. Pablo accionaba el vibrador con un pequeño mando y le profirió varios orgasmos a la muchacha. Había bajado las ventanillas y todos la oían pero ella estaba en estado placentero y no era consciente.
Ya no podía más y no se percató de que habían llegado a su destino. Él la liberó, le abotonó el vestido y la condujo hacia un centro de estética.
- Don Pablo, ¿En qué podemos servirle?
- Hola Maca, necesito que la depiléis y un tratamiento de relajación completo.
- Muy bien, venga por aquí, señorita.
Lucía se dejaba llevar. La desvistieron y la tumbaron en una camilla boca arriba. Sin darse cuenta empezó a notar como le depilaban su coño. Tenía muy sensible la zona y cada tirón le hacía soltar un gemido. Estaba exhausta y no se percató de que la tumbaron y empezaron a masajearle la espalda. Estaba en la gloria. El masaje fue descendiendo y un dedo se empezó a meter por su raja. Lucía se giró para protestar pero los labios de Maca lo impidieron.
Maca empezó a comerle la boca apasionadamente y Lucía sin darse cuenta respondió al beso. Pensaba que no era lesbiana pero le gustaba y estaba muy cachonda.
Fue volteando hasta quedar boca arriba sobre la camilla mientras no dejaba de jugar con su lengua. Macarena fue bajando por su cuerpo, deleitándose con los pezones, chupándolos, mordiéndolos, estrujando el otro pecho... Lucía no paraba de jadear e inconscientemente fue bajando la cabeza de la otra chica hasta su vagina.
No sabía si Macarena era homosexual pero tenía que reconocer que era una experta en el sexo oral. Le estaba haciendo un cunnilingus impresionante, introduciendo su lengua hasta lo más profundo, devorando todo los rincones, sorbiendo su clítoris, ... sin olvidar su punto g. Lucía no sabía por qué pero quería hacer disfrutar a Maca pero esta se lo impidió.
- No, princesa, sólo tú.
Los jadeos de Lucía se transformaron casi en gritos y en el momento en que se avecinaba su orgasmo, la esteticién cesó.
- Don Pablo, como a usted le gusta.
Lucía, decepcionada y muy caliente, volvió a subir al coche de Pablo y se dejó conducir hasta su próximo destino: casa de Pablo.
En el dormitorio le dio un paquete.
- Póntelo y búscame.
Continuará…
Comentarios, sugerencias, críticas, opiniones, … cualquier cosa a nayandei13@gmail.com
Estudiante de fisioterapia: 1. Sala de profesores
1. Sala de profesores
La carrera de fisioterapia no era fácil, requería ser constante, trabajador, practicar mucho,... pero a la vez te daba grandes conocimientos anatómicos de como utilizar las manos y otras partes del cuerpo...
Lucía empezaba la universidad con 18 años, era una chica tímida y acababa de llegar a un sitio donde no conocía a nadie. Lo peor que le podía pasar aquel primer día fue llegar tarde y entrar con la clase ya empezada por lo que todo el mundo la miraba y se sintió cohibida.
Era una chica de estatura media, 1'68, no era una sílfide pero tenía el cuerpo bien formado y con todo en su sitio. No tenía las típicas medidas perfecta 90 - 60 - 90 sino que de cadera tenia 94, 66 de cintura y, uno de sus atributos corporales más llamativos, era su pecho con una 110. Todo ello adornado por su cara fina de ojos grises y labios carnosos junto a su larga melena castaña.
Tenía buen cuerpo pero nunca lo mostraba, le gustaba pasar inadvertida y vestía con ropa holgada que disimulase sus curvas. Además, tampoco sacaba partido de sus ojos ni moldeaba su pelo.
El curso iba progresando e iba conociendo a compañeros, abriéndose un poco a los demás,... pero eso no la preparó para el primer día de prácticas donde debían despojarse de la ropa quedando en sujetador. Tubo suerte pues se ofreció una chica como voluntaria pero nadie la iba a librar de ese mes de prácticas en el cual a la fuerza debería hacerlo.
A marchas forzadas iba perdiendo la vergüenza y fue pasando el curso, con lo cual llegaron los exámenes. No le fueron muy bien pero quiso pensar que era la novedad y en el 2º semestre todo iría mejor.
Junto a sus compañeras y con un poco menos de vergüenza fueron dejando su sitio en las filas posteriores de la clase para mudarse a las primeras filas.
Todo iba bien excepto en una clase donde el profesor la ignoraba. No era un pensamiento fortuito ya que lo había sentido anteriormente en la revisión del examen. Quería pensar que eran alucinaciones suyas pero lo comprobó día tras día cuando la ignoraba, no le contestaba las preguntas,...
Aquello se fue convirtiendo en una obsesión, no lo entendía y le creaba una sensación incómoda.
Llegó hasta tal punto que un buen día se presentó en la sala de profesores, sabiendo que él se encontraba allí a solas, para hablar con él sobre la situación. Ella le expuso el tema pero él ni la miró a la cara, únicamente cuando acabó le indicó en un tono autoritario que le recogiera el bolígrafo del suelo. Ella, atónita sin saber qué decir, actuó inconscientemente.
Justo cuando fue a cogerlo él empujó con su pie el boli hacia el interior de la mesa y ella, como si de un perro persiguiendo un hueso, avanzó a cuatro patas tras el utensilio.
Logró recuperarlo pero su sorpresa fue cuando quiso retroceder y él se lo impedía con sus piernas, no podía moverse.
- ¿Quién te ha dicho que te muevas? Quédate ahí abajo como una buena perra que eres hasta que yo te lo diga.
Ella no pensaba obedecer e hizo el intento de escapar pero en ese momento notó como una fusta le impactó en su culo. Era la fusta que utilizaba el profesor como puntero en clase.
No podía creer lo que estaba pasando y pensó que su salvación había llegado cuando alguien picó en la puerta.
- Muévete y ponte mirando a mi silla pero sigue a 4 patas. Voy a abrir la puerta pero ni se te ocurra decir nada. Si lo haces la fusta hará algo más que golpearte en tu culo de perra.
Dicho esto él se levantó y abrió la puerta, entró otro profesor y volvieron ambos a la mesa. Enrique, el recién llegado, al sentarse a punto estuvo de rozar sus piernas contra ella y enterarse de que estaba allí pero Pablo, quien la mantenía como una perra bajo su mesa, volvió a su sitio y Lucía se vio con su paquete delante de su cara.
Ambos profesores hablaban y parecía que nunca terminaban. Lucía había cerrado los ojos pero los abrió de golpe cuando sintió que el pene de Pablo le acariciaba los labios. No podía creérselo pero de golpe se vio con la polla dentro de su boca, obligada a mamársela ya que Pablo, cruzando una pierna sobre Lucía, la obligaba en otras palabras, le follaba la boca...
- En esta vida, amigo Enrique, no debes dejar escapar ni una gota de la mejor leche que te ofrecen ya que si no lo haces después vienen los azotes y las consecuencias.
Lucía sabia que eso iba por ella y no le dio tiempo a reaccionar cuando Pablo se corrió. Su corrida fue tan abundante que a ella se le escapó de la boca y pringó el pantalón de Pablo.
Pablo se despidió de Enrique sin moverse de la silla y notaba como Lucía le lamía los pantalones.
- Así me gusta, que seas una buena perra, ves como quieres más,...
Separó la mesa de la silla y...
- ¡Maldita zorra, mira lo que has hecho! ¡Te he dicho que ni una gota podía desperdiciarse y tú me manchas el pantalón!
Ella empezó a llorar pero él sin miramientos la cogió del pelo obligándolo a salir de debajo de la mesa. Cerró la puerta con llave y estampó a la muchacha contra la mesa.
- Ahora vas a saber qué les pasa a las zorras como tu que no hacen bien su trabajo.
Acto seguido cogió su fusta y empezó a azotarle el culo. Ella gritaba de dolor y eso lo excitaba cada vez más.
- Mira zorra, tienes otra oportunidad para mamarme bien la polla, ten cuidado si vuelves a fallar...
Ella permanecía inmóvil sobre la mesa, llorando.
- No tengo todo el tiempo, ¡espabila!
- Por favor, déjeme ya, yo no quería esto...
Un bofetón le cruzó la cara e incorporándola la dejó frente a su polla.
- ¡Chupa! ¡Chupa maldita puta!
Ella no movía ni un solo músculo y la cogió del pelo de nuevo.
- Muy bien, tú lo has querido.
Le sacó el jersey y los pantalones, dejándola en ropa interior.
- ¡Mámamela!
- No puedo, por favor,...
Entre sollozos la chica intentaba aguantarse en pie justo cuando notó un frío objeto metálico rasgándole las bragas y el sujetador. La volteó volviendo a dejar expuesto su culo, ahora desnudo, y empezó a soltar azotes con la fusta contra sus nalgas.
Cuando le había dejado sus glúteos al rojo vivo la dio la vuelta y empezó a azotar simultáneamente su coño y sus pezones. Ella ya no tenía fuerza ni para llorar así que se dejó hacer.
No mucho más tarde él empezó a follarle la boca a la vez que estrujaba los pezones de la chica. Cuando notó que se corría sacó el pene de su boca y lo la roció todo el cuerpo. Cuando finalizó se sentó exhausto en su silla.
Ella, cuando recuperó un poco las fuerzas, empezó a recoger su ropa para vestirse.
- No te he dado permiso para que te vistas, ¡ven aquí!
Lucía, totalmente sometida, se acercó con sus ropas en la mano.
- Esto te va a sobrar y me lo voy a quedar yo. - dijo cogiendo su sostén y sus bragas - Mañana volverás a pasar por aquí antes de ir a clase y tendré una sorpresa para ti.
Ante esas palabras Lucía reaccionó mirándolo con rabia.
- Eres un hijo de puta, voy a denunciarte...
Antes de que pudiera acabar una mano le cruzó la cara.
- ¿Quién coño te crees, niñata de mierda? ¡A mi no me vuelvas a hablar así o te enteras! No puedes ir por la vida con esa cara de niña buena y luego ser la más puta de todas...
- Yo... yo no... No soy ninguna... puta
- ¿Ah, no? Y ¿por qué has venido aquí reclamándome que te mire más en clase? ¿Por qué no te has marchado cuando te he dicho que recogieras el boli,...?
- Yo... yo... no soy ninguna puta, usted me ha obligado
- Eso es lo que tú te crees, bonita.
- Me ha violado...
- No querida, para violarte debería haber hecho mucho más y tú venías a por lo que te he dado.
- No...
- ¡No me contestes! Eres una puta y si no ¿por qué te estás corriendo ahora?
Al decir eso le clavó dos dedos dentro de su coño, chorreante, y le apretó el clítoris con el pulgar. Ella no pudo más que soltar un gemido, esta vez de placer, acompañando un orgasmo.
- Lo ves, eres la más zorra y lo hemos disfrutado los dos. Ahora vístete y vete. Mañana te espero aquí y no se te ocurra desobedecer...
Dicho esto ella se empezó a vestir pero antes de poder salir el le pegó todo el jersey al cuerpo gracias a los restos de su semen.
- Así irás como lo que eres.
Llegó a casa y se fue directa a dormir.
Aquella noche soñó todo lo que había ocurrido y cuando despertó se dio cuenta de que realmente le había gustado. No quería reconocerlo pero allí estaban las pruebas: había despertado con la mano dentro de su vagina y las sábanas estaban empapadas.
Aún no sabía lo que le esperaba mañana.
Continuará…
Comentarios, sugerencias, críticas, opiniones, … cualquier cosa a nayandei13@gmail.com
La carrera de fisioterapia no era fácil, requería ser constante, trabajador, practicar mucho,... pero a la vez te daba grandes conocimientos anatómicos de como utilizar las manos y otras partes del cuerpo...
Lucía empezaba la universidad con 18 años, era una chica tímida y acababa de llegar a un sitio donde no conocía a nadie. Lo peor que le podía pasar aquel primer día fue llegar tarde y entrar con la clase ya empezada por lo que todo el mundo la miraba y se sintió cohibida.
Era una chica de estatura media, 1'68, no era una sílfide pero tenía el cuerpo bien formado y con todo en su sitio. No tenía las típicas medidas perfecta 90 - 60 - 90 sino que de cadera tenia 94, 66 de cintura y, uno de sus atributos corporales más llamativos, era su pecho con una 110. Todo ello adornado por su cara fina de ojos grises y labios carnosos junto a su larga melena castaña.
Tenía buen cuerpo pero nunca lo mostraba, le gustaba pasar inadvertida y vestía con ropa holgada que disimulase sus curvas. Además, tampoco sacaba partido de sus ojos ni moldeaba su pelo.
El curso iba progresando e iba conociendo a compañeros, abriéndose un poco a los demás,... pero eso no la preparó para el primer día de prácticas donde debían despojarse de la ropa quedando en sujetador. Tubo suerte pues se ofreció una chica como voluntaria pero nadie la iba a librar de ese mes de prácticas en el cual a la fuerza debería hacerlo.
A marchas forzadas iba perdiendo la vergüenza y fue pasando el curso, con lo cual llegaron los exámenes. No le fueron muy bien pero quiso pensar que era la novedad y en el 2º semestre todo iría mejor.
Junto a sus compañeras y con un poco menos de vergüenza fueron dejando su sitio en las filas posteriores de la clase para mudarse a las primeras filas.
Todo iba bien excepto en una clase donde el profesor la ignoraba. No era un pensamiento fortuito ya que lo había sentido anteriormente en la revisión del examen. Quería pensar que eran alucinaciones suyas pero lo comprobó día tras día cuando la ignoraba, no le contestaba las preguntas,...
Aquello se fue convirtiendo en una obsesión, no lo entendía y le creaba una sensación incómoda.
Llegó hasta tal punto que un buen día se presentó en la sala de profesores, sabiendo que él se encontraba allí a solas, para hablar con él sobre la situación. Ella le expuso el tema pero él ni la miró a la cara, únicamente cuando acabó le indicó en un tono autoritario que le recogiera el bolígrafo del suelo. Ella, atónita sin saber qué decir, actuó inconscientemente.
Justo cuando fue a cogerlo él empujó con su pie el boli hacia el interior de la mesa y ella, como si de un perro persiguiendo un hueso, avanzó a cuatro patas tras el utensilio.
Logró recuperarlo pero su sorpresa fue cuando quiso retroceder y él se lo impedía con sus piernas, no podía moverse.
- ¿Quién te ha dicho que te muevas? Quédate ahí abajo como una buena perra que eres hasta que yo te lo diga.
Ella no pensaba obedecer e hizo el intento de escapar pero en ese momento notó como una fusta le impactó en su culo. Era la fusta que utilizaba el profesor como puntero en clase.
No podía creer lo que estaba pasando y pensó que su salvación había llegado cuando alguien picó en la puerta.
- Muévete y ponte mirando a mi silla pero sigue a 4 patas. Voy a abrir la puerta pero ni se te ocurra decir nada. Si lo haces la fusta hará algo más que golpearte en tu culo de perra.
Dicho esto él se levantó y abrió la puerta, entró otro profesor y volvieron ambos a la mesa. Enrique, el recién llegado, al sentarse a punto estuvo de rozar sus piernas contra ella y enterarse de que estaba allí pero Pablo, quien la mantenía como una perra bajo su mesa, volvió a su sitio y Lucía se vio con su paquete delante de su cara.
Ambos profesores hablaban y parecía que nunca terminaban. Lucía había cerrado los ojos pero los abrió de golpe cuando sintió que el pene de Pablo le acariciaba los labios. No podía creérselo pero de golpe se vio con la polla dentro de su boca, obligada a mamársela ya que Pablo, cruzando una pierna sobre Lucía, la obligaba en otras palabras, le follaba la boca...
- En esta vida, amigo Enrique, no debes dejar escapar ni una gota de la mejor leche que te ofrecen ya que si no lo haces después vienen los azotes y las consecuencias.
Lucía sabia que eso iba por ella y no le dio tiempo a reaccionar cuando Pablo se corrió. Su corrida fue tan abundante que a ella se le escapó de la boca y pringó el pantalón de Pablo.
Pablo se despidió de Enrique sin moverse de la silla y notaba como Lucía le lamía los pantalones.
- Así me gusta, que seas una buena perra, ves como quieres más,...
Separó la mesa de la silla y...
- ¡Maldita zorra, mira lo que has hecho! ¡Te he dicho que ni una gota podía desperdiciarse y tú me manchas el pantalón!
Ella empezó a llorar pero él sin miramientos la cogió del pelo obligándolo a salir de debajo de la mesa. Cerró la puerta con llave y estampó a la muchacha contra la mesa.
- Ahora vas a saber qué les pasa a las zorras como tu que no hacen bien su trabajo.
Acto seguido cogió su fusta y empezó a azotarle el culo. Ella gritaba de dolor y eso lo excitaba cada vez más.
- Mira zorra, tienes otra oportunidad para mamarme bien la polla, ten cuidado si vuelves a fallar...
Ella permanecía inmóvil sobre la mesa, llorando.
- No tengo todo el tiempo, ¡espabila!
- Por favor, déjeme ya, yo no quería esto...
Un bofetón le cruzó la cara e incorporándola la dejó frente a su polla.
- ¡Chupa! ¡Chupa maldita puta!
Ella no movía ni un solo músculo y la cogió del pelo de nuevo.
- Muy bien, tú lo has querido.
Le sacó el jersey y los pantalones, dejándola en ropa interior.
- ¡Mámamela!
- No puedo, por favor,...
Entre sollozos la chica intentaba aguantarse en pie justo cuando notó un frío objeto metálico rasgándole las bragas y el sujetador. La volteó volviendo a dejar expuesto su culo, ahora desnudo, y empezó a soltar azotes con la fusta contra sus nalgas.
Cuando le había dejado sus glúteos al rojo vivo la dio la vuelta y empezó a azotar simultáneamente su coño y sus pezones. Ella ya no tenía fuerza ni para llorar así que se dejó hacer.
No mucho más tarde él empezó a follarle la boca a la vez que estrujaba los pezones de la chica. Cuando notó que se corría sacó el pene de su boca y lo la roció todo el cuerpo. Cuando finalizó se sentó exhausto en su silla.
Ella, cuando recuperó un poco las fuerzas, empezó a recoger su ropa para vestirse.
- No te he dado permiso para que te vistas, ¡ven aquí!
Lucía, totalmente sometida, se acercó con sus ropas en la mano.
- Esto te va a sobrar y me lo voy a quedar yo. - dijo cogiendo su sostén y sus bragas - Mañana volverás a pasar por aquí antes de ir a clase y tendré una sorpresa para ti.
Ante esas palabras Lucía reaccionó mirándolo con rabia.
- Eres un hijo de puta, voy a denunciarte...
Antes de que pudiera acabar una mano le cruzó la cara.
- ¿Quién coño te crees, niñata de mierda? ¡A mi no me vuelvas a hablar así o te enteras! No puedes ir por la vida con esa cara de niña buena y luego ser la más puta de todas...
- Yo... yo no... No soy ninguna... puta
- ¿Ah, no? Y ¿por qué has venido aquí reclamándome que te mire más en clase? ¿Por qué no te has marchado cuando te he dicho que recogieras el boli,...?
- Yo... yo... no soy ninguna puta, usted me ha obligado
- Eso es lo que tú te crees, bonita.
- Me ha violado...
- No querida, para violarte debería haber hecho mucho más y tú venías a por lo que te he dado.
- No...
- ¡No me contestes! Eres una puta y si no ¿por qué te estás corriendo ahora?
Al decir eso le clavó dos dedos dentro de su coño, chorreante, y le apretó el clítoris con el pulgar. Ella no pudo más que soltar un gemido, esta vez de placer, acompañando un orgasmo.
- Lo ves, eres la más zorra y lo hemos disfrutado los dos. Ahora vístete y vete. Mañana te espero aquí y no se te ocurra desobedecer...
Dicho esto ella se empezó a vestir pero antes de poder salir el le pegó todo el jersey al cuerpo gracias a los restos de su semen.
- Así irás como lo que eres.
Llegó a casa y se fue directa a dormir.
Aquella noche soñó todo lo que había ocurrido y cuando despertó se dio cuenta de que realmente le había gustado. No quería reconocerlo pero allí estaban las pruebas: había despertado con la mano dentro de su vagina y las sábanas estaban empapadas.
Aún no sabía lo que le esperaba mañana.
Continuará…
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